A continuación, os transcribimos el artículo que ha escrito Oscar "El Cabra". Forma parte de un momento de la historia de la escalada de la ciudad, que hasta ahora no se había sintetizado y mostrado. Pero no por ello, debe de caer en el olvido.
Creemos que merece la pena ser recogido y archivado, ya que en su momento, fueron las pequeñas gestas de unos héroes anónimos para los titulares de los periódicos y las revistas de escalada de la época. Pero que a nivel de ciudad, supuso la admiración de muchos de los compañeros de cordada, de los actores principales de estas pequeñas historias.
Planearon escaladas a los hitos de la ciudad, las ejecutaron, y las encumbraron. Jugandose el tipo, no solo por las consecuencias de las posibles caidas, también por que en esas hazañas podrian haber acabado en el cuartelillo, como se decía en la época.
Escalada
urbana en Sevilla.
Texto:
Óscar
García-Dils “El Cabra”.
Fotos:
Eli Pires, Sergio Caro y Encarni Marín
Puente
del V Centenario
En aquella época vivía cerca
de este puente. Ya cuando estaba siendo construido nos gustaba encaramarnos por
sus andamios. Como Sevilla no daba mucho para escalar, o más bien nada, sobre el
año 1995 y acompañado de mi compañero del colegio José Roldán intentamos subir
por el Pilar Este del Centenario. Una vez llegó la noche, saltamos a la nave
donde se encontraba la base del pilar. Un perro San Bernardo nos dio la
bienvenida cuando estábamos en mitad de la explanada, pero por fin conseguimos
llegar a “pie de vía” sin muchas dentelladas. Subiríamos por la estructura de
un ascensor de servicio que llega hasta la “cumbre”. Hay un buldercillo de
entrada, que no es otra cosa que la caja del ascensor y de ahí “to-pa-rriba”
por la estructura. Bastante grasa, viento y oscuridad hasta que tras dos largos
de 55 m llegamos por fin a las luces de arriba que balizan el puente. Ahí
descubrimos una habitación donde imaginamos se echó el bocata más de un
currante durante la obra. Tras la charla y subidón de rigor, empezamos a bajar.
Tras el primer rápel y a mitad de pilar, recuperando la cuerda, está hizo el
bucle del diablo y el extremo se quedo “atado” al tubo metálico donde la
habíamos fijado (hasta el día de hoy no recuerdo algo parecido). De buen rollo,
tuve otra vez que hacer el último largo pero ya amaneciendo. Más de un
conductor que pasaba por allí pensó que no había dormido demasiado. Muchos nos
pitaron como locos. Por fin llegamos a la base y al perrito de nuevo!
Fotos: Joaquín “El Canijo” y
Oscar “El Cabra” escalando el Centenario sobre el año 2000. Fotógrafo: Eli
Pires. Asistente: Angel Durán.
Puente
de la Barqueta
Durante una botellona
durante la Fiesta de la Primavera, sobre el año 1997, cruzábamos el Puente de
la Barqueta, bastante ciegos, Javi “Ronda” y un servidor. Nos dio el punto y le
tiramos para arriba. Han habido innumerables repeticiones, muchas de ellas con
amigos / amigas que no habían escalado en su vida, y subieron también “a pelo”
medio en trance. Hicimos de “guía” con más de uno. Un colega del instituto nos
dijo ya arriba: “La única putada, es que mañana no me va a creer nadie del
barrio!”
Fotos: Oscar “El Cabra” en
la Barqueta para una sesión de fotos. Este tipo de escaladas siempre las hemos
hecho de noche. De día, siempre se da el cante, y se puede acabar con visitas
inesperadas de bomberos / policía.
Puente
del Alamillo
Subir el Puente del Alamillo
siempre fue uno de nuestros sueños cuando entrenábamos en el Puente de Triana.
Una de las primeras inspecciones fue con Javi “Ronda”. Hicimos el primer largo
de chimenea de unos 16 metros llegando hasta una cómoda repisa. A partir de
allí aparecía una chimenea aproximadamente de 1,50 m de ancho que no sabíamos
cómo escalar ni asegurar. Tras analizar varias fotos, también estaba claro que
el último largo, la cabeza del puente, no iba a ser ningún regalo. Tras un
viaje de cacharreo por el guiri volvimos con nuevas ideas. Escalaríamos la
chimenea abiertos en X y nos aseguraríamos aprovechando cada tensor del puente.
Lo chungo es que contaríamos con unos 13 seguros en los primeros 120 metros de
escalada (Entre tensor y tensor en algún tramo se puede meter un fisurero).
Para la cabeza intentaríamos ganchear en artificial, valiéndonos de una pértiga.
Tras un primer infructuoso
intento, en el que no pudimos sortear la cabeza final, volvimos nocturnamente al
ataque la cordada formada por el fotógrafo Sergio Caro y Óscar “El Cabra”, con
toda la artillería pesada. Llenos de motivación nos encaramamos a través de varios
largos de chimenea deslizante poco protegible hasta que llegamos de nuevo bajo
la cabeza. Esta vez, utilizando una pértiga de 6 metros y muy estirado,
conseguí ganchear la “nariz” de la “cabeza” del puente. Con todo el amor del
mundo, poco a poco, empezé a subir por la estática hasta que alcancé el gancho,
e imaginándome una terrorífica rampa improtegible hasta cumbre tras la nariz,
de repente me encontré con un cómodo balcón asegurable y después la rampa final
con algo de ambiente pero con color, que finalmente llegaba hasta las luces que
balizan la “cumbre”.
Una vez arriba reunidos y
animosamente comentando la jugada, cometimos la novatada de cruzar durante un
instante por delante de una cámara que controla el tráfico. Siendo las tres de
la madrugada, nos tocó el turno del friky que llevaba toda la noche con los
ojos pegados a la pantalla. Y así fue. Un minuto después escuchamos el zumbido
de la cámara girando hacia nosotros. No había opción: “pabajo a saco”. Nos
deslizamos a pelo y sin contemplaciones por la rampa de la cabeza final. Pero
bajar los 130 metros de puente, no iba a ser cosa de 5 minutos. En el primer
rápel ya teníamos la visita de un par de patrulleros. En el segundo rápel, ya
flipábamos con la que se estaba liando por ahí abajo. Durante el último rápel
se había liado ya la mundial, un show más propio de una película yanky de las
baratas, donde ya habían dos carriles de tres cerrados al tráfico con 4
camiones de los bomberos, un camión grúa y probablemente 7 u 8 patrulleros, que
emitían luces de todos los colores. Por megafonía nos decían que nos iban a
rescatar! Después de gritar como descosidos de que no era necesario, y ya casi
tocando el suelo, los bomberos empezaron a dar gritos de enhorabuena. Se
escuchaba por ahí “¡Ahí lo llevas, primera a la norte del Alamillo!” o hablando
entre ellos decían: “¡Manolo, cuéntale la de los Drus!”. Tras el típico
papeleo, echamos unas merecidas cervezas por la Calle Betis en Triana!
Fotos: De noche, fotos
originales del primer intento, y del segundo con cumbre. Fotógrafo: Sergio
Caro. De día, fotos para un ascenso con permiso para Canal Sur. Cordada: Juan
Herrera – Óscar “El Cabra”. Fotógrafo: Sergio Caro.
La
Giralda
Subir hasta el Giraldillo
fue planeado durante meses como un atraco a un banco. Ya sobre el 2003, era el
“último problema de la escalada urbana sevillana”. La dificultad técnica o la
exposición eran lo de menos. La verdadera dificultad es que esta “montaña” está
en todo el corazón de la capital de Andalucía. Sólo al acercarte ya te
cortarían los huevos.
Tras múltiples visitas,
estudio de planos, fotos, horarios, posibles dificultades, logística y de
varias reuniones con el equipo humano, planeamos la subida para un martes
anodino de invierno. El típico día en que no habría ni Dios por la calle.
Tras realizar la visita
monumental disfrazados de unos guiris cualesquiera, pero con nuestras pequeñas
mochilas petadas de material, nos escondimos dentro de la Giralda la fotógrafa
Encarni Marín, y los escaladores Ernesto “Gorra” y un servidor. Esperando
pacientemente y ya con la torre cerrada a las visitas, apareció una limpiadora
que estuvo haciendo su trabajo a literalmente tres metros de nuestro escondite,
mientras como estatuas de sal, literalmente ni respiramos.
Una vez apagaron la
iluminación ornamental de la Catedral sobre las 23:00, empezó la acción. Tras
anular una cámara de seguridad tapándola con mi gorro, ya teníamos el campo
abierto para nuestras andanzas verticales. Una vez llegados al Cuerpo de Campanas
por las rampas interiores, utilizamos una pértiga de unos 6 metros con un
gancho que fabricamos de propio, para superar un tramo liso, gancheando en un
balcón intermedio. Así pudimos llegar a los cuerpos superiores para finalmente
seguir escalando por la parte exterior alcanzando la base del Giraldillo.
Recuerdo que arriba me entró la paranoia sobre que empezara a moverse la veleta
o que siendo el día muy nublado como estaba, pudiera caer un rayo sobre el
pararrayos, en nuestra reunión. Ya con todos arriba, fue una sensación de
liberación, euforia y miedo, todo mezclado. Ya estábamos arriba, y todo lo
demás ya no nos importaba. Así, comenzamos a hacernos fotos con flash. Por
respeto a posibles futuros escaladores que subieran con un mejor estilo que
nosotros, esto es, en libre desde la base -lo cual es posible por el diedro que
forma con la Catedral por su cara sur-, no subimos los 2 metros que quedaban
hasta la cabeza del Giraldillo, quedándonos en sus pies. Tras el cigarrito de celebración de cumbre, como no podía ser de otra forma, comenzamos a bajar hasta alcanzar por fin las rampas del interior. Desde uno de los balcones de la cara norte, y apoyados por el equipo exterior de colegas que nos avisaban de cuando no venía nadie, iniciamos un rápel a fuego hasta la calle. Esperando escondido el último turno de rápel, podía perfectamente escuchar las conversaciones y el soniquete del juego de llaves de una pareja de vigilantes que hacía su ronda nocturna por dentro de la Catedral. Cuando por fin toqué el suelo de la calle sobre las 4:00 AM, no podía creer que verdaderamente lo habíamos conseguido. Fue uno de los días más felices de mi vida.
Fotos: Equipo de Apoyo: Eli
Pires, Luís “Dos Hermanas”, Masi y Manu “Atletismo”. Fotógrafo: Encarni Marín.
Escaladores: Ernesto “Gorra” y Oscar “El Cabra”.